Las barreras con los que nos rodean son mentales, la edad no tiene nada
que ver
La vez que escribí “Firmamento”
que en realidad siempre lo recuerdo en mi cabeza como “Almas sin edad”, lo escribí
pensando en una amiga mía que se llama Olga, es una bióloga de 53 años tan llena
de energía y bonita persona -además de que es una mujer con mucha fuerza y que
padece de trastornos similares a los míos-, la verdad es que es una belleza de
mujer. Cuando la conocí fue muy bonito.
Resulta que estaba yo en una
conferencia sobre cooperativismo, proyectos para impulsar desarrollo y demás
cosas bonitas e interesantes, cuando el ponente, comienza su charla hablando
sobre la importancia de la interdisciplinariedad y blah blah, la madrugada de
ese día yo acababa de escribir “El olvido” y como yo nada más ocupo poquito
para ponerme cursi, le dije: “Vivimos en un mundo precipitado de experiencias
inabordables, y las que logramos abordar solemos llamarles realidad” (es que
hay madrugadas como esta por ejemplo en la que debería estar trabajando pero
mejor me pongo a escribir estas cosas), y ya, le dije después que esa frase me
gustaba mucho porque pienso que debemos abordar los problemas de manera holística,
una disciplina no alcanza y blah blah blah, estrellas en el universo, abordar
realidades distintas, variación e interpretación de circunstancias, etc. jaja.
El asunto es que me dice el ponente “¿Quién dijo esa frase?” y le digo, perdón,
es privado… y sale la bióloga y dice “Ándale, ahora nos dices” ¿cómo le
confiesas a tus compañeros que escribes cosas ridículas y poemas y blah blah?,
¡eso es más vergonzoso que apoyar al peje de manera abierta! Y le digo, bueno,
lo saqué de un poema… y me dice ¿de quién? Y yo pensaba ¡ándale estúpida por
andar hablando ahora a ver que respondes! Y me dice una maestra ¿a poco
escribes poesía? Y yo pensaba ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOO QUE HORROR! Como me puse tan
roja y casi exploto, respiré, me calmé, y contesté: sí, yo lo escribí, pero por
favor continuemos con la conferencia y platicamos al terminar…
Cuando la conferencia terminó,
Olga y su amigo el ponente comenzaron a bombardearme, y ahí me hice amiga de
Olga inmediatamente. Ella es Bióloga, y también se doctoró en eso, pero es de las
que trae la sociología corriendo por las venas, también le gusta la historia
como a mí, y la poesía, y también escribía en su juventud, la filosofía también
es un poco de sus fuertes y yo pensaba ¡ella podría ser mi alma gemela! ¿y si
mi alma gemela vive en el cuerpo de una mujer? Y seguía pensando, las almas
gemelas no necesariamente tienen que presentarse en forma de amor de pareja… Claro,
estas preguntas internas eran en alusión a la admiración. Ese día que conocí a
Olga lo recuerdo bien porque platicamos por horas, nos pasamos “las coordenadas”
y me fui feliz a mi casa pensando en que éramos al final de cuentas dos “almas
sin edad”.
Hay personas que no entenderían,
piensan que a medida que cumples años la gente se hace más aburrida, y que qué
flojera, y que blah bla bla. El asunto
es que no, todo está en la mente. Nosotros no tenemos la edad del cuerpo, sino
la edad mental ¿del alma? Yo siempre me decía que había nacido tarde por
desencajar en algunos gustos con las personas de mi edad, pero eso me parece
banal, aunque yo me puedo adaptar a las circunstancias. Yo me la paso maravillosamente
con mis sobrinitos, por ejemplo, así como podría tener una refrescante conversación con un adulto mayor, la edad no me crea conflictos ni barreras,
aprendes de todos, y sólo es cuestión de sentirse cómodo con las personas, sin
importar la edad que tengan, cuando son niños te pueden envolver con preguntas
obvias que quizá nunca te habías detenido a pensar y que tienen mucha ternura. Yo
pensaría que alguien le dijera a Olga ¿cómo puedes ser tan amiga de esa “muchachita”
(o en un adjetivo más "descalificativo" de edad “niña”)? ¡pero que discriminante! Te juzgan
por el cascarón, ¿y si fuera al revés? Ojalá la edad diera la madurez, o la
inteligencia, o la sensibilidad, la amabilidad o cualquier virtud. Ojalá. Pero
no todas las personas nos hacen sentir las mismas cosas y a veces vienen en
empaques diferentes.
Las barreras con los que nos
rodean son mentales, la edad no tiene nada que ver.
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