Había
una vez un faro, un faro incurablemente optimista y no estaba dispuesto a
cambiar por ningún otro su alegre oficio de iluminador. Se imaginaba que la
noche no podía ser noche sin luz, se creía que esta era la única estrella a
flor de la tierra pero sobre todo a flor de agua, y hasta se hacia la ilusión
de que su clásica intermitencia era el equivalente de una risa saludable y
candorosa.
Así,
hasta que en una ocasión aciaga se quedó sin luz… sintió que su recio corazón
se estremecía y ya no pudo más. Cerró su ojo de modesto cíclope y lloró dos o
tres lágrimas de piedra…
Decía Benedetti en uno de sus poemas que, quizá el problema es que no hay
cirujanos del alma, igual que el faro que tuvo noción de la tragedia. Y es que
¿cómo saber que aunque el alma no es el cuerpo, no muere también? Quizá por eso
el mundo sea de los que no sienten. De otra manera no sé, no sé cómo toleramos
o por qué el sentir mucho se presenta como un signo de debilidad ¿Cómo
toleramos lo que no está bien? Mejor dicho, ¿por qué lo toleramos? ¿Cómo
llegamos sin darnos cuenta –o fingiendo demencia– a escalar problemas que
llegan a ser incluso de lesa humanidad, mimetizarlos y minimizarlos –unas veces
más y otras veces menos tajantemente– a lo no urgente? Disfrazando. Engañando.
Desviando la atención a que el verdadero problema está en otro
lado. El verdadero problema ¿desde el punto de vista de quién? ¿A qué intereses
y bajo que ética está normado el determinar cuál es el verdadero problema?
¿A los cuantos años de atacar “el verdadero problema” sin resultados
contundentes podremos comenzar a pensar que quizá tiene su raíz en otro lado?
Estoy pensando en cuán absurdo y paranoico puede llegar a ser para el
“sometido” pensar en la liberalización de su aceptado miedo al cambio y empezar
con la construcción de calidad de vida real. No hay un plan, no sabes cómo
reaccionar, nuestro path dependence no está preparado para eso. Para
una liberalización real y no ajustada. Entiendo que existan personas que
no estén conscientes de que pueden –y que tienen derecho– a aspirar a una
calidad de vida mejor, a tener oportunidades y a desarrollarse como otras que
sí las tienen. Quizá es que dan las cosas por dadas, quizá no tienen ánimo de
luchar y lo aceptan. Quizá saben que la única manera de reproducir su vida es
seguir normativas viciadas para su articulación “exitosa” en la sociedad.
Historicismo, quizá. Entiendo también que la ignorancia pueda eximirlas de
responsabilidades, de su responsabilidad de luchar por un estado social mejor
para por lo menos sus descendientes. Los que no vivimos en la ignorancia de
nuestro rol y preferimos mantenernos pasivos ¿cuál es la justificación?
Hay algo que no
podemos negar, y esto es que todos los caminos llevan a las instituciones.
Instituciones formales e informales. Es decir, a pensar en las reglas del juego
que nos conectan. El hombre sólo puede desarrollarse en sociedad, por lo tanto
todos los caminos están conectados entre sí. Por eso se supone que construimos
identificando “lo que está bien” y “lo que está mal” en nuestra normativa de
vida. Además, si lo pensáramos de forma básica, para eso se supone que existen
los gobiernos, los gobiernos democráticos, para representar los intereses de su
pueblo, en algún momento pensé en burla pero con cierta verdad ¿qué les diría a
mis hijos –si es que un día los tengo– si me preguntan por qué no existe
correspondencia entre los intereses políticos y los intereses de los
ciudadanos? Lo mismo sucede si hablamos sobre políticas públicas,
que se supone tienen como función integrar a los actores involucrados y
resolver problemas que son de carácter social[1], pero, cuando los resultados
no los podemos percibir, cuando la reproducción de la pobreza sigue vigente,
cuando las trampas de pobreza nos vuelven a jalar hacia ellas, ¿por qué lo
toleramos? ¿No es hipócrita entonces decir que tenemos “objetivos en común”
como sociedad, que esa es la razón de ser de los gobiernos, del sector público
como tal y por otro lado mostrarnos indiferentes ante la pobreza y la
desigualdad? ¿es un mecanismo de defensa ante la adversidad?
No sé, quizá sea como dijo Benedetti y el verdadero problema es que no
hay cirujanos del alma, y aunque está vivo el cuerpo, estamos ya muertos por
dentro o como la historia del faro que en una ocasión aciaga se
quedó sin luz y cerró su modesto ojo de cíclope llorando así dos o tres
lágrimas de piedra…
30/03/2015
ESQM
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[1]Algunos
reducen las políticas públicas a “lo que no es público es privado” dando pie a
que todo lo que hace el gobierno es política pública desvirtuando así el
concepto de política pública a convertirlo en política gubernamental o gestión
gubernamental. Una política pública busca resolver un problema de carácter
social no “dar paliativos” e integra a los actores involucrados, es decir, no
actúa con exclusión.
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