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Reflexión sobre la inmadurez y la tristeza pasiva


Vivo en el constante “Ah, ya entendí” de la vida.

Todos queremos ser personas mentalmente maduras, pero madurar duele mucho y es ahí donde pocos quieren pagar el precio.
Queremos.

De hecho duele bastante.
Me siento desconcertada, con el estómago revuelto, cuando me descubro abordando nuevas realidades / experiencias que me cambian. Es mentalmente doloroso cuando tienes que desprenderte. Cuando te descubres siendo tal o cual cosa que no quieres.

Sí, las experiencias que logramos abordar son a las que llamamos realidad (y existen tantas como estrellas en el universo), es por eso que el proceso de ir abordando nuevas experiencias puede resultar en ocasiones difícil sobre todo por los replantamientos conceptuales a los que nos enfrentamos.

Las experiencias que abordamos nos cambian.

Creo que lo único que no me perdono es el saberme siendo egoísta, y cuando me descubro siéndolo en algún grado, el estómago se me revuelve. Irónicamente me pesa más el ser egoísta con otros que el egoísmo propio, cuando nunca deberíamos dejarnos en segundo plano.

Sé que para estar vivo y ser humanos tenemos que conocer lo que es una crisis; no escapamos. Tampoco queremos.

¿La tristeza pasiva será acaso la que podrías vivir toda tu vida sin darte cuenta que la vives?

Algo así como un flemático pero en una versión sin esperanza.
O quizá un flemático automatizado con una pizca de esperanza, de esperanza de emociones quizá en la otra vida.

Pero, vamos, venimos, hacemos y deshacemos tal vez viviendo tristes pasivamente sin darnos cuenta, como si anduviéramos en automático, nos olvidamos de la parte importante de estar vivos, y es sentir. Si nos negamos las emociones, da lo mismo estar muerto entonces.

Me descubro siendo inmadura, pero no ante cosas banales y pueriles sino ante lo verdaderamente importante, mi persona, la familia. Inmadura porque debemos darnos cuenta que el universo no gira alrededor de nosotros. Las personas no despiertan con afán de hacernos daño y arruinarnos la vida, en todo caso (y si es que fuera el caso) ¿cómo lo tomamos?, mejor dicho, no es lo que nos hacen, es, ¿cómo lo toma nuestro ego? Tal vez la manera en cómo reaccionemos ante esto refleja en mayor o menor grado la inmadurez, la soberbia. No sé, quizá.

Una pregunta final, ¿quién cuida a los que cuidan? 

ESQM
22/07/2014

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